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lunes, 23 de noviembre de 2009

¿Lo recuerdas?




¿Recuerdas cuando eras pequeño? Cuando podías salir a jugar con la primera persona que veías, cuando en el parque, en tu casa, podías compartir horas y horas haciendo nada y o estando en todos los sitios que siempre quisiste, jugándo con tu imaginación sintiendo que lo que vivías era todo lo que podrías esperar, eso y nada más. No importaba tiempo, no importaba espacio, solo importaba esos cortos minutos infinitos de felicidad. ¿Recuerdas tu inocencia? ¿La forma en que reías?

No, no la recuerdo. Solo recuerdo lo que somos hoy. Somos otros, personas que no vemos más alla de nuestros propios ojos. Personas que no confían en nadie. No recuerdo mi inocencia, mi niñez. ¿Por qué recordarla? ¿Para qué perder el tiempo en eso? ¿Ver hacia atrás? Nunca. Ya no puedo jugar con el que está a mi lado, pues el jugará conmigo, con lo que soy, que lo que era, con lo que puedo ser.

¿Recuerdas la vez en que me dijiste "estaré para ti"? Si, días de gloria en que no me sentía solo. Sentía que lo tenía todo con esas palabras. No habría de buscar más, pues contaba contigo. Con tus palabras, con el ánimo que me dabas. Con la manera elocuente y espantáneamente planeada que sacabas una sonrisa en mi. ¿Recuerdas mis palabras? ¿Mis consejos? ¿O tal vez la forma en que te hablaba? ¿En que te daba aliento?

No, por supuesto que no. No la recuerdo. Sólo recuerdo mi ausencia, mi falta de interés, la desidia que te hago sentir. La forma en que los tengo a todos cuando quiero, sin tu esperar que yo esté ahí. ¿Por qué hacerlo? ¿Cual es la ganancia? No soy yo el egoísta, no estaré siempre para ti, si soy yo el que tengo que vivir mi vida. ¿Para qué estar ahí cuando puedo estar para alguien más? ¿Recuerdas la importancia de mi vida? No, para nada. No puedes recordarla, porque nunca la supiste.

¿Recuerdas la vez en que me dijiste que me amarías por siempre? Como tu mano pasaba suavemente por mi cabello - tu toque me decía "quédate conmigo para siempre". Como susurrabas a mi oído "te quiero" - para mí, para nadie más. Como en aquellas noches frías estaba para darte calor - calor que te daba en las tardes y en las noches donde éramos uno, donde no existía ni un "tú" ni un "yo", donde éramos una sola persona, una entidad, un nombre, un número, un todo, un nada. Como con aquellas palabras me decías que solo te necesitaba a ti, y a ti nada más - alguien que me complementaba, mi otra mitad, la bebida en mi comida, la luz en mi oscuridad, el día en mi noche, la rosa en mi jardín. Como con esa miraba no veías mi ojos, sino veías mi alma - mi alma que ya no era mía, pues te la entregué toda. Ya veo todo más claro recordando, ya no tenía control sobre mi, no tenía alma, tú me controlabas, tú eras mi todo. ¿Recuerdas mi amor?

No, no lo recuerdo. Solo recuerdo como no estoy. Solo recuerdo el frío de tu ausencia, el frío que siento hoy por mi dolor, la manera en que cada vez que estoy en tu mente, esa parte de tu cuerpo se retuerce de dolor, de angustia, de ira, de odio, de desesperación, de indiferencia, de nada, o sencillamente, de la falta de ti, de tu cuerpo, de tus labios, de tus ojos, tu dulce voz, o tu forma de ser. Solo recuerdo lo que fui para ti, un baile, una canción, unos pocos minutos, o quizás una eternidad que terminó. Mi perfume, la letra que sale de mis manos y de mi pensamiento, y todas las mentiras que te dije, o que nunca quise decirte, eso lo recuerdo. ¿Recuerdas que fuiste en ese momento, y que eres ahora? Claro que lo recuerdas, yo lo recuerdo bien, porque soy el mismo.

¿Recuerdas quien eres? Como olvidarlo. Una persona ejemplar, alegre, llena de vida, de futuro, de cosas por vivir. Una persona que sonríe, que está siempre un paso al frente, con la frente bien en alto. Honesta, pura, dulce, siempre fiel, siempre ahí.

¿Recordarlo? ¿De quién hablas? ¿De la misma persona que creo? La misma persona que no es la misma. La persona que juega con sus palabras para tener lo que quiere, persona capaz de pensar en negro y decir blanco. Persona que puede llorar lágrimas secas. Persona que puede estar en tu mente, pero en la boca de otra. Persona que puede sonreírte cuando por dentro se ríe. Persona que no es persona. Ese soy yo, esos somos nosotros. ¿Ya lo recuerdas? ¿Ahora si recuerdas, que es estar conmigo?

¿Recuerdas cuando lloraste en mi hombro? ¿Cuando me necesitaste? Con una sonrisa sequé tus lágrimas. Con un susurro suturé tus heridas, y con una caricia pinté tu mundo. Cuando caías, te sostuve, yo y todos nosotros. Los que te rodearon en ese entonces, hace tiempo. Solo queda un rastro lejano de eso, pero lo recuerdo como puedo, con fotos, con mensajes, con cartas, hasta con afiches, si, recuerdo bien. Y tú, ¿has tratado de recordarlo?

Claro, como olvidarlo. Como olvidar tu cara de esperanza mientras estuviste ahí cuando te necesitaba. No fuiste mi hombro, fuiste mi pañuelo, ya tengo muchos más, eres sólo una pieza vieja que ya no me sirve. Ya no tienes la suavidad en tu toque, el efecto en mi piel, ya solo eres un pedazo de papel que nisiquiera sirvió de algo.

¿Recuerdas mi amistad? Como pasamos incontables horas conociéndonos, estando sorprendido de como no pude haberte encontrado antes, como pude vivir mi vida sin ti. No sé como, pero estabas cerca cuando sea, donde sea, como sea. Era maravilloso. Las llamadas, los mensajes, los chistes, o sencillamente, los largos silencios que se rompían en momentos que no olvidaré nunca. Tus palabras me consolaban, me alegraban. Tu presencia me hacía bien, o más que eso, tu presencia me hizo lo que soy. ¿Recuerdas mi felicidad?

¿De que hablas? ¿Quien eres?


¿Recuerdas mi perdon? La forma en que yo, sin pensarlo un momento, sentí tu miedo, tu debilidad, sentí que tú eras yo, y te perdoné. Baje la guardia, destruí mi orgullo, sin pensarlo un momento. No, ni uno solo. No podía quedarme sin perdonarme, pues tú eras yo. Y lo sigues siendo, siempre lo serás. No importa que hagas, que hayas hecho o que harás, pondré la otra mejilla, porque es lo menos que puedo hacer por ti. Porque me importas, porque te quiero.

No, no lo recuerdo. Solo recuerdo tu odio, tu indiferencia, tu rencor. La manera en que ya no te puedo mirar a los ojos porque me doy verguenza. Para mi eres un espejo, un espejo que refleja lo peor de mi, lo peor que tengo dentro. Lo mal que estuve, lo terrible que soy. Solo recuerdo ese miedo que me da al pensar en ti, una persona que me recuerda lo humanos que somos, que cometemos errores. Pero, no, no soy humano, me lo recuerdas cada vez que te veo. No recuerdo mi humanidad, solo recuerdo, todos los días, que soy un monstruo.

Y tú, ¿lo recuerdas?



Escrito por Mario Cuba

miércoles, 18 de noviembre de 2009

No hay nada mejor que casa




...

Es algo bastante difícil de decir
Y voy a optar por la regla del primer pensamiento mejor pensamiento de Kerouac
Ni cuenta me di de como llegamos hasta acá fue demasiado rápido

No encuentro sentido en preguntarme sobre las cosas que son justas o no
Sé que no lo es
Tristemente no me queda otra que aceptar ese hecho

Es algo típico de la naturaleza humana
O por lo menos me miento con eso a mi mismo para sentirme mejor
Es típico de la naturaleza ponerse a buscar cosas buenas

Me di cuenta con bastante facilidad
De la gente con la que realmente cuento
La gente que se que voy a necesitar

La forma también en que problemas y diferencias
Han perdido cualquier pizca de importancia que parecieron llegar a tener
Una simple pérdida de tiempo

A largo plazo no estoy muy seguro de que voy a hacer
No veo otra cosa que hacer que manejar las cosas por momentos
Y esto es sencillamente una forma de manejarlo

Sin embargo es curioso
Como en una habitación llena de gente
No puedes sino sentirme más solo que nunca

Después no pude evitar encontrarme sentado en el piso
Rasgando débilmente una guitarra
Tratando de hacer la menor cantidad de ruido que me era posible

Es inevitable sentirse solo
Que pase lo que tenga que pasar
No se supera nunca pero uno aprende a manejarlo...

Paz, Amor y Comprensión...

martes, 10 de noviembre de 2009

In the borderline


Cosas como ésta te pasan cuando te cansas de jugar con la luna, reposando en el menguante, como si de un cómodo sillón se tratara…

Es mucho más sencillo dejarse vivir por la vida, que vivirla a ella con intensidad.

Es mucho más prudente caminar por las vías ya descritas por los pasos de otros, que atreverse a surcar los cielos inciertos con un par de alas pegadas con cera a las espaldas.

Pero… ¿que sea más fácil implica que necesariamente sea lo mejor para mi?

La duda perturba con insistencia mi cordura, mostrando y ocultando posibilidades, como quien se presta a jugar al escondite en un bosque perdido entre la noche.

El agua cae sobre mis hombros, recorre las huellas que otras manos han dejado en mi piel, las gotas rebotan en los pensamientos que otras mentes han dejado caer en mi cabeza, y todo se inunda de nuevo, formando lagunas en las que yo mismo me siento ahogar, pese a que no hay posibilidad alguna de peligro.

Y entonces… abro los ojos, miro la luz que viene en velocidad desde el fondo del túnel.

El camino más próximo entre un punto y otro siempre será una línea recta, de eso estoy seguro.

Es extraño sentirse así… vulnerado en la propia capacidad de dominar a placer las decisiones que se deben tomar. Es extraño jugar a la defensiva, sin un plan previamente diseñado, como quien se aventura a dar un paseo por las laderas de un volcán sin la certeza de saber cuándo es que va a estallar.

El miedo tiene la forma de una mujer hermosa, deliciosamente perfumada y exquisitamente voluptuosa, que camina a mi lado dispuesta a tomar mi mano y perderme en el limbo de las inseguridades, haciendo trizas los restos de confianza que tengo sobre mi… me invita a seguirla, acaricia mi rostro, besa mis labios haciendo gala de sus dotes seductoras, poniéndome entre la espada y la pared.

Debo aprender a decirle que no… debo aprender a desprenderme, a dejarme caer…

Aunque este Universo poseo, nada poseo, pues no puedo conocer lo desconocido si me aferro a lo conocido. (*)

Muy dentro de mi siento que es momento de despertar de mi letargo y, en lugar de verlas caer sobre mi cabeza, comenzar a caminar a través de las arenas del tiempo en dirección de los confines. Es la hora cierta, la que no existe, la hora cero en la que se detienen los relojes para comenzar a marcar un nuevo rumbo, un nuevo ciclo.

Es momento de comenzar a caminar por los bordes del abismo, por las fronteras de nuestros destinos, cruzando los límites siempre que sea posible, para llegar al encuentro de la luz que avanza indetenible y determinantemente hacia nosotros.

Es hora de llegar hasta el fin.

-Bra-


(*) Frase extraída del libro "Knight in Rusty Armor", de Robert Fischer.