Delirio de madrugada.

Comencemos.

No me cuentes los pecados de tu alma, si son con gracia o con malicia no me importa en lo más mínimo. Me siento pequeña ante tus grandezas aunque no se vean del todo bien.

Vamos, despacio pero con prisa. Ya quiero jugar este juego a perder, qué más da si el tiempo se agota, si la brisa es poca o si el universo se vuelve inmenso. Será nuestro pequeño secreto de momento, aunque te lo juro será eterno.

Nadie nos está viendo, caminemos despacio por los rincones escondidos de tu cuerpo, y en un traspié espero no caerme lejos y poder escuchar tus suspiros haciendo cosquillas en mi cuello. Pero espera, creo que sólo es el viento que se ha colado por mi ventana. Hace tanto frío.

Si es así. Pero qué más da. Ya verás cuando te encuentre de nuevo. Si te pierdes de mis pasos y no te veo se volverá gris el cielo y el sol tardará en salir, aunque claro, solo será para mí así. Y mi corazón deja de latir de a momentos.

¿Estará eso bien? Creo que se muere poco a poco el invierno, y con él, los latidos de mi corazón se vuelven lentos… Tan lentos que es difícil hacer sentir calor en mi cuerpo.

Pero a pesar de todo sonrío, porque veo tu reflejo en cada espejo. Y en las madrugadas susurro palabras en la oscuridad que ni yo llego a entender, pero no me importa si la locura viene a mí. Sonreiré una vez más porque mañana es martes y la luna saldrá con cada atardecer si se lo pido con dulzura.

Es tan fría la noche, y creo verte asomándote por mis ventanas… Serás mi delirio por las madrugadas, y en el día me olvidaré de tu tonta sonrisa.

Y en las tardes que te sienta ausente, saldré al jardín y cortare flores, de esos que me encantan, los girasoles que se ríen con cada rayo de sol. Pero mientras, esperaré la lluvia paciente, y refrescar mi mente de tanto camino transcurrido, desde que tu mirada se cruzó con la mía, siendo tan corriente y sincera no me agradabas hasta que sonreíste de aquella manera.

Suenan a la distancia canciones y suspiro porque sé que no vendrás otra madrugada. Fuiste tan ágil que te marchaste como si nada importase, caminaste con prisa entre mi sombra y la dejaste escondida en tu guardarropa.

Aún siento tu olor en cada cajón de mi vida, y las sábanas yacen al lado de la cama. Quiero morirme de frío y esperar que vengas una tarde cualquiera a arroparme con tu abrigo.

Quizás no te lo dije nunca, y puede que no lo haga ahora. Pero las distancias me matan cada madrugada, cuando el viento sopla. Y en las tardes, cuando todo está sereno, busco tus suspiros para retomar el aliento y seguir caminando entre el frío.

Terminemos con esto.